Para ella no ha sido fácil renunciar a lo que más amaba, la vida le tenía un rumbo totalmente diferente a lo que en algún momento planeaba y lo que tanto su mamá la apoyaba. Poco a poco su vida en el deporte se fue borrando, estar con su balón la mayoría de su tiempo solo quedó en el olvido, estar vibrando su corazón de alegría cada vez que tocaba una cancha quedó en los recuerdos que llenan de fuerza su día a día para salir adelante en el bello camino en el que se encuentra ahora. El deporte sigue haciendo parte de su vida, es la mitad de la misma, por eso ella cada vez que toma sus medallas sus ojos se llenan de lágrimas, pero son lágrimas de amor, de pasión y alegría de recordar que luchó hasta el último segundo por el amor infinito que tenía al correr tras su pelota la cual llenaba de hermosos sentimientos su alma.
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